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diumenge, 10 de maig del 2020
Jostein Gaarder - El Món de Sofia: aquesta pandèmia només és un entrenament (LaVanguardia)
FONT: LaVanguardia (Xavi Ayén)
8 de maig
Al otro lado del teléfono, descuelga el hombre que a principios de los años 90 contagió la pasión por la filosofía a millones de personas en todo el mundo. El noruego Jostein Gaarder (Oslo, 1952) era profesor de instituto cuando ‘El mundo de Sofía’ se convirtió en un superventas internacional. Ahora, con una decena de libros posteriores, publica ‘Simplemente perfecto’ (Siruela), que en catalán se titula ‘La mida justa’ (Àmsterdam), y en el que un docente noruego muy parecido a él, algo más joven, recibe un diagnóstico fatal de su doctora: le queda poco tiempo de vida. Muy poco. Su esposa está de viaje profesional en Australia y él decide irse a la cabaña de campo que tienen junto a un lago para poner en orden sus ideas y reflexionar sobre la vida.
[..]
-Hay un personaje del que se habla en el libro, una mujer que padecía la gripe española y se hundió en el lago para no infectar a sus seres queridos. -Es una leyenda, algo que escucha Albert, una historia del lago. Fue también una pandemia, hace unos cien años. Puede ser comparado, aunque murieron 50 millones de personas y ahora vamos por 265.000. Al menos los escandinavos, nos creíamos que con nuestro sistema público de salud estábamos muy protegidos, ni una sola persona que yo conociera temía esta crisis, pero al final va a resultar que las cosas no son tan diferentes a las de cien años atrás. A la gripe española ¿cómo la llaman en España?
-Bueno, se dice ‘la gripe española’ pero sabemos que no era española en realidad...
-¡No, claro! De España solo tuvo el nombre... El coronavirus tampoco lleva corona ¿verdad? La operación hace un siglo de bautizar esa epidemia con el ‘apellido’ de una nacionalidad es una maniobra que hoy intenta hacer Donald Trump, que se refiere al ‘virus chino’. Etimológicamente no tiene sentido, pues una pan-demia es ‘pan’, es decir, un prefijo que indica la totalidad, todo el mundo, algo global por naturaleza. Esos bautizos nacionales están cargados de prejuicios y racismo.Aquella epidemia de 1918, dos décadas después, condujo al mundo a una catástrofe global como fue la segunda guerra mundial. Mucha gente resigue las huellas de la historia, ejercita la imaginación y se pregunta qué podría suceder tras la Covid-19.
-¿Usted no?
-La pregunta buena no es tanto ¿qué podría pasar después? sino ¿por qué podría pasar? ¿Podríamos reconstruirnos como sociedad tras la pandemia? Es una pregunta moral y filosófica, toca a nuestros valores. Hemos visto, en nuestra sociedad, muchos ejemplos de hombres ricos que dicen que no quieren volver a hacer lo que estaban haciendo antes, no de la misma manera. Debemos cuestionar nuestro sistema económico, el capitalismo: ¿a dónde nos conduce? ¿funciona bien? ¿es un sistema preparado para afrontar la pandemia? ¿y otros desastres? ¿de qué modo trata la naturaleza de la que formamos parte? ¿es responsable del calentamiento global? ¿qué efectos nos esperan? El calentamiento global va a ser más letal que el coronavirus y, sobre todo, más irreparable. Deberíamos ver esta pandemia como un entrenamiento, una lección para aprender a ser más considerados con nuestro planeta.
-¿Es optimista?
-Lo único seguro es que la pandemia se acabará un día. Y no tenemos alternativa a tomarnos el mundo en serio, el virus nos impide ser perezosos, postergar nuestros problemas. Siempre rechazo el pesimismo, tengo esperanza y quiero entrar en la batalla, formar parte de ella, para evitar una catástrofe global, paliar los daños en los lugares más afectados, como el sur de Europa.
-¿Qué significado tiene Ricitos de Oro?
-Es una historia aquí conocida por todos los niños. En el relato original, de 1837, los tres osos no son simpáticos, ¿sabe?, sino tres animales ‘solteros’, vamos a decir, y robustos. Y la que irrumpe en su casa no es una dulce niña sino una vieja desaliñada, fea y mala, que sale huyendo por la ventana. Pero, bueno, ese cuento es una excusa para hablar de astronomía, porque vivimos en la zona ‘Ricitos de Oro’ del universo, es decir, en la zona habitable, un auténtico milagro. Vivimos en un planeta que es exactamente como la casita del cuento. Damos vueltas alrededor de una estrella, estamos en un astro con agua líquida y no paramos de infligirle daño al planeta, lo que no parece muy sensato.
-¿Por qué los niños y los muy creyentes pueden vivir más felices, como dice el narrador?
-Las personas religiosas se sienten cómodas imaginándose que existe otra vida, otro sistema, como el paraíso, donde las cosas van bien. Eso les facilita atravesar los tormentos y las cosas agrias de este mundo. No se lamentan de que la vida sea corta, como hacen los no creyentes. La mayoría de niños, por su parte, viven instalados en la fe, la confianza, les cuidan los padres, no se rebelan contra los límites de nuestra existencia, los aceptan. Los niños son como gente muy religiosa que no se da cuenta de que lo es. Todos sabemos que un día no estaremos, pero la clave es no preocuparse por ello.
-Albert piensa que realmente debemos de estar solos en el universo.
-¿Quién lo sabe? Es tan grande y con tantas estrellas y planetas que sería verdaderamente raro que no hubiera vida en ningún otro lugar, pero la vida no somos nosotros solamente, son también las micropartículas en el agua, nosotros somos fruto de un cúmulo de casualidades bastante únicas, pero hay tantas galaxias con las que jamás vamos a contactar que yo creo que sí, que debe de haber vida ahí afuera.
[..]
-’El mundo de Sofía’ cambió su vida...
-Mis amigos y mi mujer pueden decirle que no he cambiado tanto. Hombre, cambiaron las cuestiones prácticas: pude dedicarme a escribir más libros, las cosas fueron más fáciles, viajé por todo el mundo... Pero he escrito muchos otros libros, no soy de esos autores de un solo título, aunque nunca volví a tener tanto éxito de ventas. Aquel me permitió que nacieran los otros, seguramente. Hoy lo escribiría distinto.
-¿Ah, sí?
-Fíjese que no figura la pregunta filosófica que hoy considero más importante: ¿cómo podemos preservar las condiciones de vida en la Tierra?
-¿Qué nos enseña la filosofía en estos tiempos víricos?
-A aceptar nuestro destino. Todo el mundo se ha metido dentro de sí mismo, eso es muy importante, el aislamiento, para que florezca la filosofía. Es positivo tener tiempo para uno mismo, aunque sea para ver la tele, Netflix o HBO, que ofrecen muy buenos productos. La soledad te ayuda a luego estar en contacto con los otros. Ver la tele es una buena cosa, nos conecta con lo que sucede. Los que ya leían antes de la epidemia, perfecto, pero es que mucha gente se ha puesto a leer gracias a la epidemia, en especial ebooks. El confinamiento ha permitido que mucha gente se ponga a pensar.
-¿En qué trabaja ahora?
-Bueno, para serle honesto, he estado muy distraído con la epidemia, miro la tele, el drama que viven ustedes en España, esas cosas... no me puedo concentrar.
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